Ciudad de México, mayo, 2024- Hace casi 11 años la cerveza artesanal mexicana fue la incipiente protagonista de la saga de David y Goliat en la industria cervecera. Los artesanales robaron cámara y se abrieron paso en tiendas y centros de consumo, colocando sus marcas junto a las ‘claras y oscuras’ de siempre.
Más allá del alcance de la resolución que emitió de la entonces Comisión Federal de Competencia (CFC), basada en los compromisos que fijaron Cuauhtémoc Moctezuma-Heineken y Grupo Modelo (un mes antes de la firma completó su venta a AB InBev), lo que un grupo de cervecerías artesanales consiguió, es el triunfo más importante en la historia de este movimiento.
La resolución de la comisión les abrió las puertas a una nueva y popular plaza, en la que estar y permanecer sigue siendo un reto, incluso para las fábricas que podrían considerarse las más consolidadas, por el tiempo y crecimiento que tienen en el mercado.
¿A qué se debe?, quizá tenga que ver con un problema de definición y rumbo. ¿Qué y para quién?, cerveza y para todos, me van a decir, pero incluso los propios artesanales no están seguros de esto. Los consumidores frecuentes saben más de las craft que hace una década, pero ese nicho no ha crecido lo suficiente.
También creo que se trata de ver más allá de un producto, que si bien, es lo que se presenta al consumidor, hay mucho detrás que aterrizar y habría que empezar por ahí: ¿qué es la cerveza artesanal (y que no) en México? ¿forma parte de una industria?, ¿movimiento? ¿moda? ¿cultura? ¿qué proyecta actualmente? ¿qué quiere proyectar? ¿cómo lo va a conseguir?
Se trata de definir su identidad en lo colectivo. ¿El reto?, lograr acuerdos. Además de lo que Primus, Minerva y Beer Factory lograron en 2013, la reforma a la Ley de Alcoholes en Baja California de 2016, impulsada por la Asociación de Cerveceros de Baja (ACB), es el segundo hecho que más ha impactado al movimiento, logrando eco en otras entidades.
Insisto, hablo del trabajo colectivo, porque en lo individual me queda claro que existen marcas que saben lo que están haciendo, definieron su modelo de negocio, tan es así que incluso se sienten parte ‘y no’ del movimiento.
Como dice el dicho ‘una golondrina no hace verano’, pero más de mil seguro que hasta varios (incluido el del IEPS). Con esto les quiero decir que la cerveza artesanal mexicana necesita del apoyo de todos los involucrados (desde sus diferentes trincheras), pero con un chip renovado, con una mirada seria y responsable hacia el futuro, alejada del ego y más empática hacia la gente que aún no descubre lo que aquí se está haciendo.
La cerveza artesanal mexicana ‘sube como la espuma’ en calidad, pero tómense con calma eso de que ‘cada vez más personas brindan con ella’, mejor cuestiónense por qué a casi once años de que se abrió el mercado, hay fábricas subutilizadas y menos interés en abrir una cervecería.
Alguien del movimiento me dijo que ‘las dos grandes’ no son el verdadero diablo, entonces, ¿qué no estamos viendo?